Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

En esta historia de horror, una joven nos cuenta su primera experiencia laboral.

Mi nombre es Katia, esto me sucedió cuando apenas tenía unos 17 años, yo estaba buscando un trabajo de medio tiempo en el que pudiera combinar mis estudios con algunas ganancias y así poder ayudar a mis padres en casa.

Luego de buscar por todos lados, conseguí trabajo en una pequeña empresa, la persona que me hizo la entrevista, resultó ser mi propio jefe, el señor Aurelio, el me comentó que solo tenía que venir a limpiar un poco su oficina, por lo cual me pagaría muy bien y que al ser un espacio no muy grande, lo mejor hacerlo de noche, cuando no hubiera gente interrumpiendo, solo estaría el seguridad nocturno, así que antes de irme me dijo:

«Ve a la oficina en la noche, espero que estés allí»

Estuve haciendo el trabajo por al menos 2 semanas, cuando una noche al llegar, el seguridad me dejó entrar como todas las noches, yo debía subir unos 3 pisos, ya que en el tercero estaba la oficina del Sr. Aurelio.

Esa noche en particular, varias cosas raras comenzaron a suceder mientras yo barría, de pronto, no me sentía sola en la oficina, yo nunca había creído en cosas de fantasmas ni nada de eso, pero por algún motivo, los ruidos, pasos que estaba escuchando esa noche, estaban a punto de hacerme cambiar de idea.

Mientras limpiaba la oficina, afuera en el pasillo se escuchaban pasos acercándose, primero pensé que era el seguridad, así que salí a preguntarle si necesitaba algo, pero para mi sorpresa, no había nadie en el pasillo, corrí a la ventana que daba directamente a la entrada del edificio y, pude ver al seguridad dentro de su cabina, posiblemente dormido, entonces era un ladrón que entró al edificio, fue lo que el miedo me hizo pensar.

Apagué la luz de la oficina, y corrí a esconderme debajo de uno de los escritorios, no sin antes tomar una tijera que estaba encima como mi única esperanza de poder defenderme, los pasos se detuvieron justo afuera de la oficina y lentamente se comenzó a abrir la puerta, yo temblaba allí debajo, cuando por medio de la luz del pasillo, pude ver reflejada en a pared la sombra de quien estaba entrando a la oficina, aquel hombre, si es que eso era, era muy alto, demasiado para ser normal, tanto que tuvo que agacharse para pasar por la puerta, tampoco le importaba hacer ruido, porque yo podía escuchar su fuerte respiración, estaba diciendo algo, pero yo no entendía nada, simplemente cerré los ojos.

Fue entonces cuando luego de un breve silencio, sentí como una mano sujetaba fuertemente mi pierna, intentando de forma desesperada de sacarme de abajo del escritorio, yo gritaba de miedo y de dolor, porque sentía como sus uñas largas y filosas se clavaban en mi carne, además emanaba un fuerte olor nauseabundo proveniente de esa cosa, a pesar de mi miedo, logré herirlo con las tijeras que tenía en mi mano, tan fuerte que tuvo que soltarme, en ese momento aproveché para salir corriendo de la oficina y del edificio, mi pierna sangraba mucho, pero pude ir hasta donde estaba el seguridad gritando y pidiéndole ayuda, sin embargo el no podía hacer nada por mí, su garganta estaba desgarrada, así que no paré de correr hasta llegar a mi casa, donde mis padres me llevaron a un hospital.

Al día siguiente, no me presenté a trabajar, y tampoco había podido localizar a mi jefe, pero supongo que se debe de haber enterado de todo al encontrar al seguridad muerto, sin embargo, yo no escuché sirenas, ni noticias de lo sucedido, lo cual me pareció muy extraño. Ya era de noche, cuando estando yo con mi pierna vendada acostada en mi cuarto, escucho que mi madre toca a mi puerta para decirme que abajo estaba un hombre que decía ser mi jefe buscándome para ver como seguía, yo bajé enseguida para saludarlo y preguntarle como estaba todo después de lo que pasó, el estaba parado en la puerta de entrada con sus manos atrás de la espalda y sonriéndome solo me dijo que esperaba a que sanara pronto, porque me quería devuelta en su oficina, antes de despedirse me dio la mano y se fue caminando lentamente, fue entonces cuando un terror inexplicable invadió mi cuerpo, porque pude ver que su otra mano estaba herida y vendada, justo como si algo muy filoso lo hubiera cortado, mis piernas no podían moverse por más que yo quisiera caminar y cerrar la puerta, el simplemente se volteó nuevamente y me dijo:

«Te espero en la oficina, aun no hemos terminado».

Por supuesto que nunca más regresé, pero nunca he podido sacarme sus palabras de mi cabeza.

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