Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

En esta historia de horror, un joven nos cuenta algo que solo él vivió, o no?

La señora Amalia, era una muy buena amiga de nuestra familia, sobre todo de mi mamá, pero al ser yo hijo único, podría decir hice una buena amistad con sus dos hijos de 14 y 12 años y, aunque eran un poco raros y callados, me parecían buenas personas.

Pero hace 1 año ya, que muy tristemente la señora Amalia sufrió un accidente de tránsito, en le cual murieron ambos hijos, y amigos míos. La noticia fue devastadora en el barrio, que todos sentíamos una gran pena por ella, que logró sobrevivir, sin embargo perdió toda movilidad en sus piernas por lo que solo se movía en una silla de ruedas.

Yo pasaba frente a su casa, y me daba tristeza verla sentada afuera mirando el horizonte, así que sin decir nada a mi mamá, pensé en ir y ver si le podía ayudar en su casa, por lo que fui donde la señora Amalia a ver si necesitaba algo.

Ella me recibió muy contenta, aunque se notaba en su mirada un gran pesar, dentro de la casa, se podía sentir un clima un poco pesado, pero no era para menos, faltaba la presencia de dos niños, o eso pensé, hasta que al ver a la pared, puedo contarles que vi algo que jamás podré olvidar, y que me erizó todo mi cuerpo, había una foto de sus dos fallecidos hijos, pero esta foto, era de cuando estaban ya dentro de sus ataúdes, que a pesar del trabajo realizado por la funeraria, aun era posible ver la hinchazón de sus rostros y algunas cicatrices del accidente, ellos….ellos estaban allí con sus ojos cerrados como si estuvieran durmiendo.

-Sra. Amalia, porqué conserva esta foto de sus hijos, entiendo su dolor, pero no le parece….demasiado recordarlos así?

La Sra. Amalia… me miró con una sonrisa un poco misteriosa y solo me dijo:

-Ellos ya no están físicamente conmigo, pero siento que me acompañan de alguna forma.

Al decirme eso, tuve la sensación más tétrica de mi vida, empecé a creer que no había sido una buena idea venir a ayudarla, pero ya estaba allí, por lo que haría cualquier cosa sencilla para irme y no regresar otra vez, no soportaba ver a esos dos en sus ataúdes.

Mientras ella se fue a la cocina, yo tomé una escoba y comencé a barrer la sala, pero al pasar los minutos, aquella foto no me dejaba en paz, no lo puedo explicar, pero era algo morboso y tétrico, perturbador, por lo que sin que la Sra. Amalia se diera cuenta, la bajé y la puse de espalda contra la pared, no soportaba ya verlos.

Sin embargo, no tuve tiempo de tomar nuevamente la escoba, cuando la Sra. Amalia salió de la cocina en su silla de rueda, como un rayo con un cuchillo enorme en su mano lanzada hacia mi, yo me tropecé por la impresión y ella cayó sobre mí, yo por simple instinto reaccioné y la sujeté de los brazos.

-Pero que le pasa, suélteme, me va hacer daño.

Sin embargo ella no me contestaba, solo gruñía como animal, sus ojos me miraban con odio y una especie de baba con sangre salía de su boca, yo tenía que salir de aquella casa o terminaría muerto, era claro que se había vuelto loca, pero lo peor fue cuando en el forcejeo, la foto cayó al suelo, y esta vez sus hijos tenía los ojos abiertos y me miraban fijamente, logré empujarla y salir corriendo de la casa, mientra corría, giré la cabeza para ver si me perseguía, pero por suerte no fue así.

Llegué a casa gritando y llorando por todo lo que me había pasado, mi mamá me abrazó desesperada preguntándome que me pasaba, yo le conté, pero puso una cara de contrariedad y asombro, al preguntarle porque tenía esa expresión, si es que no me creía, me miró a los ojos, y me dijo que no era posible, que en ese accidente nadie había sobrevivido, que tanto la Sra. Amalia como sus dos hijos, habían muerto ese día.

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