Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

Un hombre decidió hacer un viaje por el país, esos viajes que las personas hacen con toda la intención de conocer, tal vez de …continue reading Cuento de terror: El restaurante

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Un hombre decidió hacer un viaje por el país, esos viajes que las personas hacen con toda la intención de conocer, tal vez de cambiar, de vivir algo diferente, una experiencia inolvidable.

Jonás es un tipo joven, se puede decir guapo y soltero, trabajaba de exterminador de insectos, el ya llevaba unos cuantos días de travesía en su auto, cuando se detuvo en la única estación de gasolina que pudo en encontrar a orillas de la carretera, ya que era un paraje un poco solitario y ya era de noche.

El lugar parecía ser algo lúgubre y sucio, pero lo único que importaba era la gasolina para continuar el camino, sin embargo, Jonás se quedo impresionado, cuando vio que la persona que parecía estar encargada, era una chica muy linda, que con una sonrisa en su rostro se le acerco para ayudarlo. Jonás le converso un poco, y ella le coqueteaba, hasta que el dio el paso y la invito a salir.

-Conoces algún lugar cerca donde podamos ir a cenar?…no soy de por aquí…

-Claro, conozco un lugar perfecto, un restaurante, bueno, realmente es el único del área.

Y así lo hicieron, Jonás y su nueva amiga, abordaron su auto y se dirigieron al restaurante a cenar, al arrivar al lugar, desde fuera se podían ver muchas personas dentro, amigos conversando, parejas cenando, algo de música suave, en incluso meseros, se podían ver las siluetas de los clientes y personal.

-Vaya, parece que esta algo lleno el lugar, espero encontrar una mesa vacía, aunque es curioso que este restaurante sea tan concurrido estando en medio de la nada.

-Es cierto, pero la comida es muy buena, yo siempre vengo a comer aquí.

Al entrar ambos al lugar, Jonás se encontró con un sitio bien presentado, nada fuera de lo común, solo que algo era extraño, en el momento en que pusieron sus pies dentro, todo el mundo hizo silencio, ya no se escuchaban voces ni algarabía, mas bien todas las personas estaban sentadas en sus mesas sin moverse, sin hablar ni interactuar, era como si se hubieran congelado.

-Pero que gente mas rara, sera acaso que no somos agradables?…bueno, aquí hay una mesa un poco alejada, sentémonos aquí, no importa que todos nos den la espalda.

-No te preocupes, es normal, por estos lugares las personas no les agradan los extraños, solo olvídalo, y dime, de que trabajas?

-Bueno, soy exterminador de insectos, es algo que me apasiona, los detesto, son asquerosos.

Al responder de esta forma, la chica que ya estaba sentada a la mesa, apretó fuertemente el mantel entre sus manos, como si algo la hubiera puesto en alerta, Jonás no se dio cuenta de este gesto, y más bien llamo al mesero para ordenar, sin embargo el mesero quien esta sentado a lo lejos, no se movió para nada al escuchar a Jonás llamarlo, y solo se limito a decirle en un tono de voz bajo y grave:

-Lo siento señor, se acabo la comida.

-Pero que dice?…Oiga!…tenemos hambre, como que no hay comida…

Reclamaba Jonás airadamente, sin que nadie pareciera ponerle atención, las personas simplemente no expresaban ninguna emoción, ni lo miraban aunque estuviera gritando, pero algo llamo su atención, todos los platos de los demás clientes también estaban vacíos, realmente nadie estaba comiendo, nadie tenia comida, esto perturbo a Jonás quien decidió mejor retirarse del lugar.

-Mejor vámonos de aquí, este lugar es muy raro, y estas personas me ponen nervioso.

-No espera, no podemos irnos aun.

La chica le contesto de esa forma a Jonás, quien visiblemente molesto, pensó incluso en dejarla allí e irse el solo, pero solo hay algo que podía molestar aun mas a Jonás, eso era ver un insecto, un asqueroso insecto caminando por su mesa, era una pequeña arañita de tal vez medio centímetro, Jonás rápidamente levanto su mano en el aire para dejarla caer con fuerza sobre la arañita, aplastándola sin piedad.

-Asqueroso insecto, ya dije que los odio…

Hubo una reacción espeluznante entre todos los que estaban en el restaurante, los clientes y personal que antes no habían movido un musculo y parecían ser poco menos que unas estatuas sin vida, se giraron violenta y repentinamente, posando una mirada de odio sobre Jonás, sus rostros y expresiones eran de total enfado y maldad, como si quisieran destrozar a Jonás, quien sintió como se le helaba la sangre, pensando que tal vez sería linchado sin saber porque.

-Como?…están molestos?…porque?…porque mate una asquerosa arañita?…mejor vámonos de aquí…

Derrepente todos en el lugar comenzaron a cambiar, debajo de esos cuerpos humanos, se escondían cosas que parecían ser insectos, lo que mas odiaba Jonás, les estaban creciendo patas, antenas, ojos enormes, alas, todo esto mientras la piel humana falsa que los cubría para ocultarse caía al suelo, siendo posiblemente los cascarones que quedaron sus anteriores victimas humanas que se habían atrevido a entrar a aquel lugar, Jonás se dio cuenta que había desatado su peor pesadilla.

-Que es esto?…vámonos de aquí dame la mano…

Su terror apenas comenzaba, porque la que una vez fue la mano de aquella bella chica, ahora no era mas que una pata larga y peluda…una de las ocho que le habían crecido de la cintura hacia abajo, mientras su hermoso rostro ahora lucia desfigurado con ojos saltones que bailaban en sus cuencas. Jonás grito desesperadamente intentando salir corriendo de aquel siniestro lugar, pero su suerte estaba echada, la chica lo detuvo arrojándole una especie de telaraña a los pies arrastrándolo dentro del lugar nuevamente, sus gritos de terror se podían escuchar a lejos en la carretera, pero se perdían en lo oscuro de la noche.

Al cabo de unos minutos, nuevamente dentro del restaurante, las personas conversaban, reían, parecía haber vuelto el ambiente placentero del comienzo, el mesero, esta vez si estaba sirviéndole comida a todos los clientes en cada plato, los cuales comían la carne fresca recién adquirida, devorándola sin piedad y saciando su hambre.

La chica simplemente salio del restaurante, bella como siempre caminando en la noche para regresar a la gasolinera a seguir con su trabajo, mientras caminaba, por todo su cuerpo, brazos y piernas, se paseaban pequeñas arañitas que casi la cubrían por completo, arañitas igual a la que Jonás había aplastado.

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