Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

En este cuento de terror, un hombre es guardia de seguridad de un depósito, mientras un asesino en serie asecha en el área.

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Existía un enorme temor en el pueblo debido a las personas que venían desapareciendo desde hace ya unos meses atrás sin dejar ningún rastro, las autoridades no tenían pistas claras y ya que se trataba de mujeres, hombres y hasta niños los desaparecidos, les era difícil establecer algún patrón.

Aún así se sospechaba tal vez de un asesino en serie merodeando el área y se les había advertido a los pueblerinos estar temprano en casa y evitar andar deambulando a altas horas de la noche, era lógico pensar que ese era el momento más peligroso.

Erick es un hombre de unos 30 años, casado y muy conocido en el pueblo porque siempre se muestra con una sonrisa y está dispuesto a colaborar con todos, sin embargo su esposa estaba muy preocupada, Erick tenía el turno de la noche en su trabajo de guardia de seguridad cuidando un viejo almacén o depósito donde guardaban maquinaria.

-Mi amor ten cuidado y al conducir no te detengas por nada, recuerda que es peligroso.

-No te preocupes querida, yo se cuidarme, nos vemos temprano.

Dejando a su esposa en casa con un beso y una despedida, Erick salió en su auto en dirección a su trabajo, el era muy puntual y sabía que hay alguien esperando su llegada para cambiar de turno, el camino que le tocaba conducir era muy oscuro, a los lados no había otra cosa más que grandes herbazales y ya casi daban las 11: 00 pm.

El siempre llevaba en su auto una oración que recitaba en voz baja mientras conducía, quizás como método de protección ante cualquier cosa maligna que le pudiera suceder. Luego de unos 20 minutos de manejo, Erick solo veía oscuridad y lo poco que le dejaba ver las luces de su auto, era un viaje normal y aburrido hasta que de entre los herbazales le pareció ver una sombra muy extraña que lo sorprendió.

Ya el estaba advertido por su esposa y por el sentido común de no detenerse, ya que podría ser el asesino, además para que hacerlo?. Sin embargo Erick detuvo el auto, se bajó con su linterna en la mano y comenzó a alumbrar entre la espesa hierba, el lugar era muy tenebroso, solo se escuchaban algunos grillos y el sonido del viento, pero un rápido movimiento alertó a Erick.

-Quién anda allí?…salga con cuidado…o…

-Cálmese…cálmese amigo, solo somos mi novia y yo, queríamos algo de privacidad sabe?

Se trataba de una pareja de jóvenes que buscaban tener una noche romántica alejándose de las miradas de la gente, algo clandestino, Erick les brindó la mejor de sus sonrisas y compartió un momento con los chicos.

Al pasar un tiempo, Erick llegó al almacén y estacionó su auto, ya uniformado se acercó a la entrada y a los pocos minutos un hombre emergió de entre la oscuridad, aquel que estaba encargado del turno antes de Erick, era un tipo extraño que se aproximó y le entregó una especie de llave antes de decirle solo dos palabras.

-Llegas tarde!

-Lo siento, tuve problemas en el camino, no volverá a pasar, que descanses.

El sujeto se desvaneció en la noche, Erick observó que la llave que le acababa de entregar su compañero estaba sucia de sangre, algo que pareció no sorprenderle por algún motivo, dio unos pasos y luego se detuvo para regresar a su auto y abrir el porta equipajes.

Con mucha dificultad logró bajar un enorme saco que traía, el cual lucía muy pesado, tanto que solo pudo arrastrarlo hasta la parte de atrás del almacén, al llegar allí, utilizó la llave para abrir una puerta que se encontraba semi enterrada la cual tenía unas escaleras que conducían a un lugar oscuro, Erick lanzó el saco desde allí para que rodara escaleras abajo expresando el cansancio por el esfuerzo.

-Uff! vaya que estaba pesado.

Al descender las escaleras hasta llegar a una especie de sótano, en medio de la oscuridad y la soledad que cubría a Erick, se escuchaban unos lamentos y voces que no se entendían, Erick caminaba buscando el interruptor para encender la luz, no sin antes haberse golpeado la cabeza varias veces con cosas que no podía ver, pero aunque todo estaba en penumbras, habían dos puntos que brillaban.

Por fin encendió la luz, revelando algo espeluznante, en aquel lugar colgaban del techo al menos 20 personas, todas eran las desaparecidas del pueblo, entre mujeres, hombres y niños, los lamentos y voces provenían de los pocos que aún quedaban vivos y no estaban muerto por las torturas y perdida de sangre que sufrían en manos del sujeto que hacía el turno antes que Erick.

Aquella sangre que derramaban era recolectada por unos cubos que se situaban justo debajo de cada cuerpo colgante. En ese momento el saco que traía Erick se sacudió violentamente, lo que hizo que reaccionara tomara una pala y lo golpeara fuertemente hasta que dejara de moverse.

-Que susto me dieron chicos!

Erick abrió el saco, donde se encontraban aquellos jóvenes que se había encontrado en el camino y se encontraban agonizando, les cortó el estómago, los colgó y empezó a recolectar su sangre, mientras asesinaba a los que ya no tenían ninguna gota que dar.

Luego se dirigió donde estaban aquellos dos puntos que brillaban en la oscuridad, los cuales no eran más que los ojos de una niña sentada en el suelo, sin expresión en su rostro y su boca manchada de sangre de tanto beber.

Erick se arrodilló frente a ella y se puso a recitar aquella oración que venía diciendo mientras conducía, como una especie de adoración.

Y así continuaría hasta terminar su turno, ser relevado y regresar a la mañana siguiente al lado de su esposa y de un pueblo que le quiere por ser un ejemplo para los demás, tomar un desayuno y acostarse a descansar, porque en la noche le espera nuevamente el cambio de turno.

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